Negra es mi alma, verde mi corázón

Allá por 2008 volví a vivir a mi querido Mariano Acosta. Entre otras cosas, volví a los jueves de póker con amigos, dentro de los cuales estaba Ciarlo, con quien jugábamos juntos desde el 93.
Entre ronda y ronda, se hablaba de los dos temas predominantes en las reuniones de tipos: minas y fútbol. Y como buenos futboleros siempre le dábamos más bola al segundo que al primer tema. En esas charlas, Leo contaba todos los jueves sus hazañas del partido anterior en la UBA en dos palabras: La rompí.
De tantas historias me dieron ganas de jugar y me pasó como a Feli: somos bastantes, el cinco soy yo, el diez la rompe, el ocho también. Pero Leo, estoy jugando de 4 en Moreno le decía, obteniendo como respuesta que el 4 era el capitán. Bueno, cuando falte alguno avisame.
Ya en 2010, un día me dice que faltaba gente, pero no pude ir porque me fui caminando a Luján. El sábado siguiente llegaría la oportunidad. Llegué solo a cancha 3, creo, y divisé a varios del equipo. Los jugadores habrán pensado que era de la Afip, porque como no tenía bolso ni mochila llevaba la ropa y botines en el portafolio que usaba para laburar.
Pese a esa imagen inicial entré de titular (eramos 11), a jugar de 8. Nos comimos 4 vs el Fidel del Gato, pero me sentí cómodo porque jugué con Ciarlo y me entendí muy bien con el zurdito Yovanovich. 
A partir de ahí me sumaron a la cadena de mails (en la prehistoria parece) no perdimos más en el torneo en una seguidilla de partidos contra los eventuales punteros  y zafamos del descenso.
2011 arrancó con todo. Rejunte ganaba seguido y yo jugaba de enganche, con un extraño dibujo táctico que era 3-1-3-1-2. Ese año jugué gran parte lesionado con una pubalgia crónica que no me dejaba picar, pero entre que tenia 5 años y 10 kilos menos y que no éramos muchos, jugaba casi  siempre desde el inicio. Peleamos el torneo entre el sexto y tercer puesto hasta la fecha 15, pero nos caímos tras un 0-2 vs Menorca y chau ascenso.
El año siguiente fue para el olvido, totalmente mediocre, con muchas ausencias mías y generales, creo que salimos novenos o décimos sin jugar por nada.
Para 2013 me propuse arrancar con todo. Bajé de peso, entrené y volví a estar ágil. El inicio de año creo que fue mi mejor versión en rejunte. Herno me escribía en la semana: largá el miedo, tirame el equipo. Y siempre me ponía yo mismo, porque sentía que me salían todas. Por mi trabajo en la Municipalidad se me empezó a complicar porque era época de elecciones y tenía reuniones algunos sábados, pero igual iba aunque sea para el segundo tiempo. Lástima que las dos o tres veces que me pasó, entré perdiendo y encima nos terminaban de golear. Ya en agosto jugamos contra Loker y Beto decidió probar un medio más combativo, por lo que me mandó al banco. Íbamos ganando uno a cero, yo re caliente con ganas de jugar. Entro a los 10 del St y a los tres minutos voy a buscar una pelota, anticipo al defensor y salto, y cuando caí sentí que me rompí el tobillo. A las dos hs tenía una pelota de handball en el pie, fui al hospital y el traumatologo hijo de puta me miró sin tocarme y me dijo tenés para 15 días mínimo. Seis meses me llevó la recuperación.
Volví en el verano de 2014, en un amistoso en Parque Sarmiento. Mosca la rompió de enganche y le dije a Fede que prepare el mate porque no jugábamos más. También coincidió con el debut del Perro traído por Mauro y del Colo.
Una semana antes de arrancar el torneo, amistoso en cancha 4, me tocan una bola para el medio y cuando la paro me lleva puesto un gordo de 100 kilos y metro noventa que me obliga a salir porque me dobló la mano. Como el dolor no pasaba, al quinto día fui al médico; fractura de radio y dos meses afuera. Al tiempo avise a los capitanes que me tomaría mi tiempo para recuperarse bien, pero que si era necesario me llamaran. No pasaron ni tres fechas que de nuevo no llegábamos a once, por lo que Herno me pregunto si estaba para veinte minutos y fui. Jugué casi todo el partido mejor de lo esperado y ya me quedé para todo el torneo. Bah, es un decir, porque a los tres partidos me desgarré en la última jugada.
Volví, me resentí pero igual seguí jugando los minutos que podía, a media máquina pero nos estábamos yendo al descenso y no lo iba a vivir de afuera. No me acuerdo contra quien, tras un "pase" de  Feli me volví a desgarrar, salí y le di mi camiseta no recuerdo a quien. Como después Feli dio otra asistencia a Mauro y también se lesionó pero no salio y no teníamos más cambios ni camisetas, volví a entrar envuelto en una bandera de Rejunte a modo de casaca (ver El hombre fluorescente). Perdimos, pero me termine de convencer que me estaba enfermando por estos colores.
Ese fue el año de la arenga histórica de Gato, y tuve la suerte de que en la última fecha me tocó volver de entrada y meter el primer gol de la salvación. Algunos malintencionados dicen que le pegue de puntin pero yo prefiero creer que fue como Pisculichi en la final de la Sudamericana (había sido el jueves anterior).
La cuestión es que nos salvamos y pensamos que 2015 sería mejor, por lo que el año me encontró con ganas de jugar y de apostar por algo bueno con Rejunte. Beto había dado un paso al costado y el equipo era armado de manera consensuada con los capitanes, metiendo una idea de rotación que no funcionó. En la fecha 10 estábamos en zona de descenso y al final del túnel se veía sólo oscuridad. Se resolvió pedirle a Beto que nos diera una mano y ordenara al equipo, hacía falta alguien que decidiera los cambios y aunque sabía que iba a jugar menos por la idea de juego del DT y las necesidades de no perder más puntos, apoyé la idea y nos juramos dejar todo para no desaparecer como equipo.
Quiso el destino que metiéramos una racha final de 9 sin perder, nos salvamos del descenso ante Ñan Fri en la fecha 16 o 17 y como frutilla del postre le dimos un baile hermoso al campeón invicto hasta ese momento con goles de Fede y Perro.
Al ver que podíamos ganar a los mejores, el equipo se mentalizó de otra manera para este 2016 y yo también, ya que antes había decidido dejar cansado de las lesiones.
Empezó el año sin Piña en la organización y casi sin querer me vi llamando todos los lunes desde las 8.30 a Ramón para que nos diera cancha y después intentar armar partidos. Había que probar jugadores y ponerse a punto, por lo que metimos una bocha de amistosos (que se juegan a cara de perro), seguimos ganando a equipos de la B y de la A y más confianza tomamos. Las crónicas de la época hablan de un equipo maduro que sabía a que jugaba.
Pero el inicio del torneo trajo algunas incertidumbres en cuanto al nivel de juego. Si bien se empezó ganando dos partidos, no se mantuvo el orden de la pretemporada y así al tercer encuentro dejamos el invicto, no sin antes perdernos más de 6 goles.
Seguimos alternando triunfos, empates y derrotas hasta el quiebre definitivo que fue la derrota con Bolilla III. El embudo del torneo cada vez se hacía mas finito y todos pusimos lo mejor de cada uno para meter 10 sin derrotas (a Enfiestados les ganamos) y terminar festejando como merecíamos.
Esa es la historia objetiva de mi vida en Rejunte.
Pero hay otra, que tiene que ver con lo que me pasa internamente.
Para muchas personas que no practican deportes, da lo mismo que uno vaya a correr, a jugar un partido en la semana al futbol 5 o 7 o que juegue un torneo de once.
Para muchos otros, inclusive, da lo mismo jugar un torneo de once que comer un asado,  porque a veces no tienen ni idea de contra quien están jugando o como van en el torneo.
Podría decir casi que a éstos últimos los detesto, como a River, Enzo Pérez o al zapallito verde relleno. No puedo concebir que te anotes en un torneo, gastes un huevo de guita  entre viajes y carnets y no sepas contra quien jugás.
Para mí, desde el día que empecé a jugar en Rejunte, fue siempre mi prioridad. Solamente falté por causas ineludibles y que realmente no me permitían estar. Y lo que sufrí esos días te la regalo. Mi novia me miraba asombrada  sin entender que carajo me pasaba, incluso preguntando a veces porque me ponía así si tal vez iba y no jugaba. Sólo ustedes entenderían que a uno le pueda dar más bronca perder que no jugar.
Pasé por muchas etapas en el equipo. De jugar siempre a alternar y hasta casi no jugar. Obviamente daba bronca no poder aportar desde adentro, pero desde hace un tiempo cambió mi cabeza y me di cuenta de que estaba disfrutando igual, tal vez consiente de mis limitaciones físicas que cada vez pesan más pese a que sé que puedo ponerme a punto.
Los últimos 4 torneos los jugué mayormente lesionado y siempre sin recuperarme bien. Éste último fue el mejor ejemplo de querer acompañar siempre y jugar como fuera. Desde Bouba arrastro un desgarro en el cuádriceps que no me deja picar, por eso esa forma extraña de correr, je, pero no podía aguantarme ver más sin tener la ilusión de entrar y hacer algo por el equipo, por eso cada vez que me citaban estaba pese a todo.
Me acuerdo de muchos partidos en los que Beto me decía, allá hace años: vos negrito jugá suelto, no marques, no hagas nada que te canse, sólo meté una bola de gol. Lo mío claramente no era la marca ni el esfuerzo, y sin embargo fui viendo que para jugar en Rejunte tenés que tener un plus, y hoy me doy cuenta que en el fútbol siempre se puede aprender y crecer. El último año y medio me empecé a tirar al piso, a poner más fuerte, a jugar con el cuchillo entre los dientes, y empecé a disfrutar un quite, tirarla al lateral, hasta jugué de central!
Eso es lo que me genera Rejunte: quitar horas del fin de semana para armar una crónica, armar partidos, llevar un reclamo y disfrutar cuando mis compañeros disfrutan de eso, pero hay algo que incluso es mucho más profundo que todas estas palabras que escribo, algo que me dí cuenta esta misma semana mientras repasaba lo vivido y mientras miraba una y otra vez los videos del festejo.
El jueves al terminar el partido, todos nos abrazamos y cantamos sonriendo, felices. Por un rato largo nos olvidamos de los quilombos de laburo, de guita, familiares, de salud, de todo.
Por un rato volvimos a la esencia que llevamos dentro y que algo o alguien quiso que nos juntáramos aquí y ahora. Por un rato disfrutamos de lo más lindo que tiene el fútbol, que es que en el fondo, más allá de preocupaciones, de la tabla, de cada partido ganado o perdido, el fútbol sigue siendo un juego.
Y ese jueves que para mí va a quedar grabado para siempre, ví a 18 pibes jugando como cuando éramos chicos, y cuando digo jugando no me refiero a disputar el partido. Ví a 18 tipos jugando después del partido, jugando a cargar al rival, jugando a saltar, jugando a mojarnos con alcohol, jugando a hacernos notas, jugando a ser profesionales, jugando a que esto que nos pasaba era lo más lindo del año.
Tal vez no estábamos jugando, tal vez éramos nosotros mismos hace 15, 20 o 30 años.
No lo perdamos.
Los quiero.
Negro.

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